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Posts Tagged ‘el blog de Mae’

Mayte Blasco fue la única mujer entre los ocho finalistas de la VI edición Madrid Sky. Dejó entre los asistentes una magnífica impresión con su relato Juventud. Administra el blog de Mae, donde cuenta que su vida está ligada al mundo del libro desde muchas perspectivas. En estás líneas nos cuenta cómo se inició en la literatura y cómo llegó hasta Carmen Laforet.

A comienzos del nuevo milenio —hace casi dos décadas— yo era una estudiante universitaria que todavía se nutría de la biblioteca familiar como fuente principal para sus lecturas. En ella crecían y habitaban, como una vegetación autóctona, ejemplares en rústica de ediciones modestas que ocupaban los estantes de manera caótica. Recuerdo las ediciones de bolsillo de aquella emblemática colección Austral mezcladas en extraña armonía con novelas contemporáneas compradas al Círculo de Lectores.

Fue por esos años, en aquellos inicios del nuevo milenio, cuando comenzaron a llegar de manera progresiva una serie de ejemplares que vinieron a engrosar no solo los estantes de mi casa, sino también las bibliotecas particulares de buena parte de la clase media de este país. Por aquel tiempo no existía Amazon, no existía Netflix, y el acceso al cine y a la literatura no funcionaba, como ahora, a golpe de “click” con el ratón del ordenador. La prensa en papel aún era sólida e influyente. La gente iba los domingos al quiosco y se compraba el diario, se llevaba el suplemento cultural y, en ocasiones, adquiría la película o el libro que algunos periódicos ofrecían a sus lectores por poco dinero. Fue así, de esta manera, como llegó a mis manos la extraordinaria obra de Carmen Laforet, Nada, que había sido elegida por el periódico en cuestión como una de las cien mejores novelas escritas hasta entonces en lengua castellana.

El título del libro ya llamó mi atención —¡cuánto puede expresar, a veces, una sola palabra!—. Después de leer la obra me pareció que la autora no podía haber elegido otro título más apropiado. Esa única palabra es también, a mi entender, un anticipo del estilo que después encontrará el lector en el interior de la novela: una prosa sencilla, pero bella y potente, que nos demuestra que no hace falta llenar de retórica un texto para escribir una historia auténtica con calidad literaria.

Sin embargo, teniendo en cuenta que mis inquietudes literarias estaban más que consolidadas en aquellos años y que ya eran muchas las novelas que había leído, cabría preguntarse qué fue, entonces, lo que vi en este libro para que se convirtiera en una lectura tan especial. La respuesta es clara. Aquella era la primera vez en mi vida que leía una novela en la que el personaje principal no era alguien ajeno. Andrea, la protagonista de la historia, era una mujer normal, alguien que podía ser una amiga o una hermana. Tal vez incluso yo misma. Era una muchacha que acababa de cruzar la compleja línea de la edad adulta y que, en un ambiente duro y opresivo, trataba de buscar su sitio en el mundo con escaso éxito. Y aunque la acción de la novela se situaba en la Barcelona de la posguerra —un contexto alejado para mí tanto desde el punto de vista espacial como, sobre todo, del temporal—, la modernidad con la que estaba escrita y su capacidad para transmitir emociones universales, hizo posible que se produjera una conexión casi cósmica entre la mujer del libro y la que la leía.

Laforet ganó con su novela Nada el premio Nadal del año 1944. Teniendo en cuenta el contexto sociopolítico de aquellos años —los más duros y represivos de la dictadura—, el hecho de que una mujer de veintitrés años ganara entonces un premio de novela con una obra tan femenina e intimista, no deja de ser un acontecimiento de una rareza extraordinaria.

 

 

Mayte Blasco tiene la suerte de vivir estrechamente vinculada al mundo del libro. A finales de 2015 publicó su primera novela, Las vidas que pudimos vivir, una historia de ficción contemporánea con un trasfondo de denuncia social sobre cinco mujeres cuyas vidas se entrelazan de manera fortuita. En enero de 2018 fue la ganadora del segundo premio en el Concurso de Cuentos de Navidad convocado por Zenda, con el relato El antihéroe, y en diciembre del mismo año obtuvo el Accésit Testimonio histórico en el XV Concurso de Relatos Mineros Manuel Nevado Madrid con el relato Iquique, 1907. Recientemente ha obtenido un accésit en el XVIII Concurso de Relatos cortos Filando Cuentos de mujer con su relato «El certamen»

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Mayte Blasco vive estrechamente vinculada al mundo del libro por su profesión (es funcionaria del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos), lleva 14 años trabajando en bibliotecas y actualmente ocupa un puesto en la Biblioteca Nacional de España, lo que para muchos que desean vivir rodeados de libros sería un trabajo ideal. A finales de 2015 publicó su primera novela, Las vidas que pudimos vivir, una historia de ficción contemporánea con un trasfondo de denuncia social sobre cinco mujeres cuyas vidas se entrelazan de manera fortuita. En enero de 2018 fue la ganadora del Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de Navidad convocado por Zenda, con el relato El antihéroe, y en diciembre del mismo año obtuvo el Accésit Testimonio histórico en el XV Concurso de Relatos Mineros Manuel Nevado Madrid con el relato Iquique, 1907.

Algunos de sus relatos han sido seleccionados y publicados en diferentes antologías como resultado de su participación en certámenes literarios. Su vocación por la literatura la ha llevado a crear un blog literario, El blog de Mae, en el que publica microrrelatos y reflexiones sobre lecturas y otras cuestiones literarias.

Ha sido finalista del VI certamen literario Madrid Sky con su relato Juventud, del que el jurado ha dicho que es un cuento que con un lenguaje claro y directo nos pone en situación en muy pocas líneas. Describe un mundo perfecto donde no tiene cabida lo antiestético de la vejez. Mayte Blasco remata el relato con un final donde nos revela que el personaje del conflicto es un antisistema empeñado en envejecer y morir en una nueva sociedad eternamente joven pero carente de sentimientos como la compasión o el amor. Un excelente relato, como los finalistas publicados en estos días en el blog, que tenemos oportunidad de leer a continuación.

 

Juventud

Relato finalista de la VI edición el certamen literario Madrid Sky

Mayte Blasco

No quería imaginar cómo había llegado hasta allí. Hacía tiempo que no veíamos a un hombre tan anciano. Mi marido y yo observábamos la escena sentados a una mesa para dos junto a la amplia cristalera. No entendíamos cómo había logrado colarse en ese restaurante de lujo, donde todos los comensales cubríamos nuestros cuerpos jóvenes con trajes de Armani y de Chanel. Un camarero se acercó al viejo.

—Disculpe, caballero. Lamentablemente, debe usted abandonar este local.

Cuchicheos y miradas indiscretas empastaban la atmósfera perfumada. El anciano se sentía observado, pero no intimidado. Sentado en la silla ojeaba impasible el cuaderno plastificado del menú. La voz de un niño se alzó en mitad del incómodo silencio. “Mamá, ¿quién es ese hombre tan raro? ¿Qué le pasa en la cara?”.

El encargado se aproximó a la mesa del anciano acompañado de un tipo alto con una pistola acoplada en el cinturón.

—Si no se marcha, caballero, vamos a tener que expulsarle a la fuerza.

El viejo se levantó despacio e introdujo la mano en el bolsillo, extrayendo varias tarjetas de crédito además de un grueso fajo de billetes de color púrpura.

—Puedo pagar la cuenta. ¿Lo ven? Tengo dinero para pagar.

El encargado, visiblemente nervioso, no sabía qué hacer. Todos los clientes habían abandonado sus platos y observaban el espectáculo con una mezcla de indignación y curiosidad. Tal vez creía que sus refinados comensales no deseaban cenar allí sabiendo que un individuo como aquel estaba sentado a escasos metros bajo el mismo techo. Con un simple gesto de la cabeza, le indicó al tipo de seguridad que se lo llevara. El frágil anciano gritó, protestó, solicitó auxilio. Nadie se levantó para socorrerlo.

Mi marido y yo proseguimos con la cena, aunque con todo ese despropósito la sopa se había quedado fría.

—No era un indigente —le dije—. Era un antisistema, uno de esos tipos pudientes que a pesar de todo se empeñan en envejecer y morir sin necesidad.

—Nunca entenderé a los nostálgicos.

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