Nos alegra dar buenas noticias de escritores que han pasado por el Madrid Sky. En esta ocasión publicamos dos relatos de Ana Isabel Cámara, residente en Burgos, profesora de F.P., con un buzón triste, dice ella, al que solo le llegan facturas. También dice Ana Isabel que en casa va tropezando con los libros que ya no caben en la estantería y la culpa de que escriba la tienen Alice Munro y Margaret Atwood y, en parte, la tiene también la asociación Primaduroverales que hace ya unos años le dio un chute de autoconfianza, pues fue finalista de la tercera edición con el relato Te dije que no bajaras. En 2022 repitió puesto de finalista con el relato Ciclogénesis.
Ana Isabel Cámara tiene 56 años y la sensación de que a partir de los 50 todo ha ido a cámara rápida, como si le hubiera absorbido un vórtice. Estudió pedagogía en Madrid, pero al acabar se volvió a Burgos. Lleva treinta años dedicándose a la educación en diferentes ámbitos. Actualmente se dedica a formar a las futuras educadoras de esos enanos que se nos parecen, esos locos bajitos, como diría Serrat. Tiene dos hijos que, como ella dice, son sin duda sus mejores relatos. Ellos son el papiro en el que ha quedado registrada la mayor parte de su vida. Ana Isabel sabe que ahora, con el nido vacío, le toca empezar otra historia.
Ana Isabel se ha especializado en el género del microrrelato, que tanto nos gusta en la asociación. En el pasado mes de diciembre ha obtenido el primer accésit en el 12 certamen de microrrelatos organizado por el Orfeón Burgalés, con el relato Sinergia. Anteriormente, en 2019, había obtenido un accésit en el prestigioso certamen de microrrelatos Carmen Alborch, organizado por la fundación Montemadrid. Publicamos los dos microrrelatos, en homenaje a la buena trayectoria de Ana Isabel Cámara.
Sinergia
Segundo premio del 12 concurso de microrrelatos del Orfeón Burgalés 2022
Salgo con Roky, nuestro bulldog remolón. Hoy no me tocaba sacarlo, pero prefiero eso a seguir discutiendo. Lo llevo de mala gana al parque que hay enfrente aun a sabiendas de que acabará meando en la esquina del portal. Desde el paseo puedo ver las ventanas de nuestro apartamento. Jaime, a oscuras en el salón, se estará quedando dormido en el sofá. No le incomodan nuestras peleas. Ha llovido y el agua ha dejado las hojas de los árboles pegadas al asfalto, Roky las husmea y me da tirones. Pienso en mí sosteniendo la correa, cuero rígido y desgastado que denota lo que es necesario para estar unidos. Vuelvo a mirar hacia nuestra casa, los reflejos de la tele en la ventana como pequeñas epifanías de luz y oscuridad. Un cielo sin estrellas se torna índigo mientras se encienden las primeras farolas y la noche se va tragando los ruidos.
Frambuesas
Accésit III concurso de microrrelatos Monte de Piedad Carmen Alborch 2019
La quiebra de la fábrica. La notificación del desahucio. La ciudad convertida en un monstruo. Adolescentes borrachos en el parque. Ruido de cristales rotos. Prolongadas y lúgubres sirenas. Hambre. Ansiedad permanente. El desorden de los latidos cada vez que sonaba el teléfono. El aborto por estrés. Vimos la noticia en el bar donde nos refugiamos de la lluvia con apenas dos maletas. En un pueblo de Soria buscaban familias para recuperar tierras abandonadas con cultivos ecológicos. Ahora estoy en la terraza de nuestra casa, puedo ver las margaritas en el parterre de la entrada, las macetas de barro rojo, los insectos que merodean alrededor, la gata adormilada en el alfeizar, las polillas en la ventana. Es otoño y ya hemos empezado a plantar las frambuesas, la tierra es fértil y no nos faltan ganas. Tú llegarás en primavera y cuando nazcas te cantaré una nana con nuestra historia, la que no le pude cantar a tu hermano. En invierno habrá huellas de niños en la ventana helada de una pequeña escuela y tú serás una risa más en el patio.