Por: Ana Farber
Iba en el Metro contando las estaciones para tratar de terminar de leer un cuento que llegó pocas horas antes del taller, quizás un envío un tanto acelerado de Luis Expósito en respuesta a la solicitud de Pura, ya que no había muchos relatos para la jornada. Parece que la calidez de los días y placer de disfrutar un poco más de las terrazas madrileñas nos está afectando en la escritura.
Al entrar estaban algunos compañeros ubicados alrededor una mesa de gran tamaño; últimamente el agrupamiento de pupitres para formarla, va adquiriendo distintas configuraciones en función de las estrategias para esquivar los incisivos rayos de sol de los atardeceres primaverales.
El primer obispo que se presentó en el taller corresponde al cuento de Mamen Fernández, titulado “Te regalo una flor”. Se trata de Don Pablo, un ser abominable que le ha arruinado la vida a unos mellizos y se mantiene impoluto sostenido por la hipocresía de las relaciones sociales convencionales del mundo adulto. Focalizando en el dolor y el odio de la protagonista nos va contando una historia que se empieza a desvelar en los últimos párrafos.
“Un tenedor abandonó el círculo de los tenedores, se pegó a la mano de la mujer: A comer mamá, dijo la voz del niño. El plato de pollo se llenó de pequeños corazones que empezaron a latir, unas mariposas escaparon del plato, volaron por el cuarto y se posaron sobre las bocas de los cuadros intentando esconderse en ellas. Mario enmudeció, se hizo una bola en el suelo y empezó a temblar, el monstruo sudoroso estaba sobre él, notó su aliento, sintió ese dolor tremendo otra vez y como ese olor a incienso y a vela se metió dentro de él para no abandonarlo jamás.”
Mamen nos acerca imágenes oníricas que embellecen su escritura creando una atmósfera mágica.
El segundo obispo del día, en este caso ‘El obispo evangelizador‘ llegó de la pluma, siempre muy bien llevada por Carlos Cerdán. Dionisio tiene una misión evangelizadora poco creíble en una casa del placer de algún pueblo español.
Carlos construyó su relato en dos planos, uno en el que desarrolla la vida cotidiana y la simpleza e ingenuidad de los personajes y otro, que por oposición desvela las negociaciones oscuras y la alteración de los principios morales. Este último, al principio lo tiene que empezar a construir el lector con base a las sospechas respecto a la fiabilidad de alguno de los personajes y, al final lo termina develando el autor.
Sus cuentos ágiles y graciosos son un espacio para las risas y la diversión que se disfrutan y se agradecen cada vez que Carlos nos regala uno de sus relatos.
“El caso es que me dijo que quería conocerla en persona. ¡Pero eminencia, cómo va a ir a un lugar de pecado!, exclamé. De incognito, dijo. Y añadió que son a esos lugares donde habría que evangelizar y conducir al redil del Señor a las ovejas descarriadas. – apura la copa y sigue – Entonces, él ingenió un plan para salir del obispado sin ser visto…”
Luis Expósito nos leyó su relato “Maldita Curiosidad”, la historia de un sargento de pueblo con aspiraciones de encontrar un caso que lo catapulte al éxito profesional.
El afán de alcanzar su sueño de investigador policial y que no le quiten la primicia del descubrimiento lo lleva a indagar fuera de todo protocolo una trama que se ha urdido a sus espaladas, en el pueblo.
“Mi primer impulso me orientó hacia el exterior, pero esa fuerza motora que la curiosidad genera en los humanos me llevó escaleras arriba. El pasillo estaba a oscuras y de la puerta del fondo escapaba un delgado haz de luz. Me aproximé hasta pegar mi oreja a la madera, alguien hablaba en el interior, su voz denotaba autoridad y me resultó vagamente familiar: “El hermano Fortunato está en el hospital. En estos momentos se debate entre la vida y la muerte”, le escuché decir y me concentré al extremo para entender el resto. Notaba la aceleración de mis latidos y las gotas de sudor que resbalaban por mi frente.”
La narración mantiene el tono inquietante hasta el desenlace final, quizás demasiado apurado, de cazador cazado.
Finalmente leímos tres micro-cuentos que Mamen Fernández escribió para concursar en una convocatoria del Metro de Madrid y que los envió solicitando aportes para mejorarlos. Se le hicieron comentarios valiosos que nos sirven a todos para pensar y aprender, como siempre, de los errores propios y ajenos.
Con los cuentos que aportó Mamen, el relato divertidísimo de Carlos y el que llegó el último día de Luis se completó la jornada de lectura y no nos alcanzó el tiempo para analizar “Pinche Tiresia”, la narración de Valeria Luiselli que estaba prevista.
Como todos los jueves, la jornada se cerró en el bar con unas cañas y saboreando unas ricas tapas .
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