En el taller de creación literaria de la asociación Primaduroverales estamos escribiendo el diario de un confinamiento. Cada día publicamos una página de este diario junto a un viaje musical. Esperamos, lector, que nuestros textos y nuestra música te acompañen. ¡Cuídate!

 

Diario de un confinamiento

La VPN

Por Vicente Moreno Nieto

Para cuando empezó el confinamiento yo tenía bastante práctica con las herramientas habituales del teletrabajo, que en mi caso son dos: la VPN, que es una tecnología que permite que desde cualquier dispositivo conectado a una red, por ejemplo la de tu casa, puedas conectarte a otra red, digamos la de tu venerado lugar de trabajo. Las siglas obviamente son de palabras inglesas (Virtual Private Network) y tienen una fonética horrible en castellano. El  otro programita, que puedes encontrar en el ordenador de tu casa si buscas un poco, tiene el esclarecedor nombre de Conexión a Escritorio Remoto. Con la combinación de ambos uno se conecta a su ordenador del trabajo, si previamente lo ha dejado encendido, y puede trabajar exactamente igual que si estuviera sentado en su puesto de trabajo pero con la ventaja de hacerlo en pijama, eso sí, el de las grandes ocasiones.

Como decía, llevo mucho tiempo usando este sistema, por ejemplo en vacaciones para resolver asuntos que no entienden de festividades ni de estancias en la playa. Me conectaba, y si había algo urgente lo resolvía ¿En bañador y chanclas? Por supuesto. Así que el 16 de Marzo, primer día laborable del confinamiento, empecé la jornada a las ocho de la mañana abriendo el chat del grupo de Telegram que usamos en mi trabajo para comunicarnos. Todos bien y al pie del cañón, cada uno conectado a su ordenador del trabajo y comprobando las diferentes cuentas de correo institucionales que atendemos para recibir las peticiones de soporte técnico a los usuarios, que es a lo que nos dedicamos. Y usuarios tenemos más de quinientos, cada uno con su ordenador conectado a la red,  su teclado y ratón junto a un montón de impresoras, todos ellos aparatos que tienden a fallar en algún momento. El problema de este trabajo es que no se puede predecir cómo va a ir el día, puede ser un día tranquilo en el que hay pocas incidencias, o las que hay son fácilmente resolubles, o por el contrario, puede coincidir una caída general de la red (relax total para nosotros porque sin red no podemos hacer nada, el marrón para los de Comunicaciones,) con un día en que vence algún plazo final para la firma de algún convenio de Investigación, o se tiene que entregar el presupuesto en la Comunidad de Madrid. En estos casos el pánico es generalizado y, como además no funcionan los teléfonos, ya sabes Telefonia IP, el gran invento que te han puesto en casa para que si se va la luz no tengas Internet ni puedas llamar por teléfono para quejarte, pues solo queda como única solución dar voces por los pasillos. También es mal día cuando les da por fallar a los dos pecés  más importantes, el Ordenador Número Dos (el del Rector) y el Ordenador Número Uno (el de Toño, un compañero administrativo que lleva la SAGRADA NÓMINA. En este caso el nerviosismo se traduce en un aluvión de llamadas de los diferentes niveles jerárquicos preguntando como está el tema. Normalmente el tema se resuelve y todo vuelve a la tranquilidad.

Pero he aquí que un día la mayoría de esos usuarios se quedan es sus casas obligados a trabajar desde casa. ¿Habíamos preparado algo para esta eventualidad? Pues lo que pudimos, que fue configurar todos los ordenadores para que pudieran recibir peticiones de conexión remota y redactar unas instrucciones de lo que tendrían que hacer los trabajadores en sus casas llegado el día del encierro. Y, lo más importante, recordar a los usuarios que NO APAGARAN LOS ORDENADORES cuando acabaran su jornada, porque aunque  los compañeros de Comunicaciones nos habían comentado que  hay una posibilidad de encenderlos remotamente, también hay quien dice que próximamente habrá computadores cuánticos.

En cuanto Telegram nos dijo que estábamos todos listos para la batalla nos distribuimos las diferentes tareas para empezar la jornada, cada uno desde su casa y Bill Gates en la de todos.

Las primeras peticiones llegaron por correo electrónico  de usuarios que no conseguían conectarse ni siguiendo las instrucciones recibidas, les fuimos ayudando mediante pantallazos o por teléfono resolviendo los diferentes problemas que se presentaban, había quien tenía en casa un ordenador muy antiguo y sin actualizar o quien tenía un PC de Apple muy bonito (me lo regaló mi hijo para ver a los nietos), pero no sabían usarlo para trabajar, o quien quería usar una tableta (Señor dame paciencia), que está bien para ver el correo y nada más. Y también había unos cuantos casos de gente que no tenía ordenador en su casa. ¿Cómo pensaban teletrabajar? Ah, eso era problema nuestro. Tuvimos que improvisar el envío de portátiles de préstamo desde las bibliotecas de las escuelas universitarias al domicilio de los usuarios mientras se gestionaba la compra urgente de más portátiles para que no se quedara nadie sin trabajar. Y SÍ, también había unos cuantos casos de gente que había apagado el ordenador. ¿Solución? El vigilante de seguridad tuvo que recorrer las plantas del edificio resucitando los aparatos muertos.

Y así llevamos un mes, con una media de más de trecientas personas conectadas (no todos tienen que teletrabajar, hay gente de baja por enfermedad, vacaciones, jardineros, personal de mantenimiento, conductores etc…) pero el trabajo va saliendo, no al mismo ritmo que si estuviéramos de forma presencial pero, por lo menos, las tareas más esenciales se van resolviendo. Y es que el mayor problema de este asunto es que dependemos de la dichosa VPN, que tiene la costumbre de desconectarse sin previo aviso, y en el momento más inconveniente, cuando tienes abiertas un montón de ventanas en el ordenador del trabajo desde el que te has conectado a otros dos equipos de usuarios. Y toca esperar a que vuelva a estar operativa con la secreta y vergonzosa esperanza de que no se recupere nuncaaaaa.

 

Vicente Moreno es miembro de la asociación Primaduroverales. Es coautor de los libros Madrid Sky y 2056 Anno Domini. En 2018 resultó ganador del certamen de relatos breves Guindostán.

 

 

 

Selección de la música: Carlos Cerdán.

Depedro. Hombre bueno.

Era una paloma
Buscando un marinero
Y llevarle el mensaje
Que ya no había puerto.
Y me decía, esto va salir bien…

 

 

 

 

 

 

 

 

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