En el taller de creación literaria de la asociación Primaduroverales estamos escribiendo el diario de un confinamiento. Cada día publicamos una página de este diario junto a un viaje musical. Los diarios serán nuestra ocupación hasta que podamos volver a reunirnos en nuestra clase de cada jueves para hablar de literatura y reanudar el taller. Esperamos, lector, que nuestros textos y nuestra música te acompañen. ¡Cuídate!

Diario de un confinamiento

Viernes, 24 de abril de 2020. Día 41 del estado de alarma

Por Pilar Couso

Nada es real si no lo escribo (Virginia Woolf)

Lejía es una disolución de hipoclorito de sodio en agua cuya fórmula química NaClO es un fuerte oxidante que se utiliza como desinfectante y blanqueador. Mi abuela no sabía esa fórmula química, pero sí entendía de su manejo; en mi casa siempre la había y ella nos recomendaba su uso para tratar el agua cuando llegaba un poco turbia al grifo, para lavar la lechuga, acelgas y otras verduras de hoja verde que traían tierra, para las fresas o espárragos de Aranjuez, para fregar suelos y otras porcelanas, para dejar blancas inmaculadas las sábanas y otras prendas de uso diario. Pero pasó el tiempo, murieron las abuelas, y en la época moderna de la democracia se nos olvidó la botella debajo del fregadero. El agua ya era mineral embotellada, las verduras las vendían lavadas para hacer las ensaladas en un minuto, los preparados de limpieza llegaban con olores frutales o marinos, ¡qué lejía vas a usar! Pero yo siempre he tenido, porque mi abuela me lo recomendó, lejía pura, decía ella, luego ya la rebajas tú, depende de según como la vayas a utilizar. Y cuando empezó el confinamiento me vino dios a ver, resulta que yo tenía mi botellón intacto, recién comprado la semana anterior, dos litros de lejía para hacer todos los enjuagues que recomendaban Fernando Simón, higienistas, virólogos o epidemiólogos. También tenía alcohol, menos cantidad, sí, pero ¡qué gran suerte! Ahora cuando Jose vuelve de la compra esa que hacemos una vez a la semana, con el carro lleno de provisiones de todo tipo, aterrizo en la cocina, dejo limpias previamente las encimeras de cualquier adorno, extiendo todos los productos y a comenzar el zafarrancho de estibar todos mis avíos exentos de virus. Saco mi bote pulverizador lleno de solución de hipoclorito 1:50 recién hecha y rocío generosamente cada contenedor que aparece a mi vista, da igual, los empaquetados de plástico de la cerveza,  las cajas de cartón del vino, los briks de leche, las latas de conserva…; o lo quitas de mi vista, le digo a Jose, o lo baño. Luego sigo el proceso con las frutas y verduras aunque con estas empleo el método del jabón, como para las manos, ganas me dan de sacar el trozo de jabón Lagarto (también de la abuela) que seguro que es más natural y mejor que el Frosch ecológico que yo utilizo por lo del cambio climático que también me preocupa. A continuación falta pulverizar el carrito y las bolsas utilizadas para el transporte, el litro que he preparado casi no me alcanza, respiro lejía por todos mis poros, qué mareo. Después ya solo me queda repasar los picaportes de la casa no sea que de tanto trastear alimentos, cajas, bolsas y demás algún virus se haya posado en lugar no debido.

Las mujeres preñadas y paridas, en sus necesidades y para las criaturas, a las comadres antes que a los médicos piden consejo

(Damián Carbón, “Libro del arte de las comadres” – 1541)

Empecé hoy por la química y sigo con la medicina que, como la gran mayoría de las ciencias, estuvo vetada a las mujeres hasta hace poco más de un siglo aunque en la intimidad de las casas fueran ellas las que cuidaran de ancianos y enfermos y llegaran a convertirse en verdaderas sanadoras. Uno de los ámbitos médicos que tuvo cierto reconocimiento público fue el de la asistencia a los partos: las matronas se ocupaban de este oficio. Ya en el siglo XVIII, los cirujanos empezaron a inmiscuirse en el arte de partear para convertir esta especialidad en un ámbito médico masculino. Teresa Ortiz* investigó el caso de la matrona Luisa Rosado como exponente de la resistencia de las matronas a ser desplazadas de una actividad que durante siglos había pertenecido a las mujeres. Luisa Rosado había nacido en Toledo en fecha desconocida y desde mediados de 1768 vivía en la Corte, donde trabajó como matrona del Real Colegio de Niños Desamparados entre 1770 y 1771. Antes había ejercido su profesión en Zamora, avalada por el título de Arte de Partera, que había conseguido en 1765, tras ser examinada por el Tribunal del Real Protomedicato**. De sus características personales poco se sabe, debió ser cristiana vieja y mujer de buenas costumbres para poder ejercer, vivía sola y quizá era viuda, la segura caligrafía de su firma evidencia que sabía leer y escribir y expresarse de forma hábil para plasmar por escrito sus aspiraciones de progreso profesional. Matrona de larga trayectoria que debido a su capacidad y experiencia en el arte de partea asistiendo partos normales y partos de riesgo, tuvo la idea de publicitar sus servicios con un cartel, solicitando el permiso correspondiente al Protomedicato que le denegó el mismo. Recurrió y pidió al rey Carlos III no sólo la publicación de dicho cartel sino, posteriormente, su ingreso en la corte como partera y ayudante del comadrón real.

*Ortiz Gómez Teresa. “Luisa Rosado, una matrona en la España ilustrada”

**Protomedicato. Cuerpo técnico encargado de vigilar el ejercicio de las profesiones sanitarias (médicos, cirujanos y farmacéuticos), así como de ejercer una función docente y atender a la formación de estos profesionales.

 

Aficionada a la lectura, a la encuadernación y a la caligrafía y entusiasta de todo lo que tenga que ver con el libro, Pilar Couso estudió Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid. En 2004 se inició en la creación literaria. Es coautura del libro de relatos “Primaduroverales, cuentos”.

 

 

Selección de la música: Vicente Moreno

Rod Stewart. Twistin the night away

Déjame hablarte de un lugar

 en alguna calle de Nueva York

donde la gente es tan feliz

bailando el twist por la noche

6 respuestas a “Diario de un confinamiento (XXXVIII). Por Pilar Couso.”

  1. Es una buena idea lo de desinfectar con ague y lejia todas las cosas que se compran y quizá la más barata. Buen díario Pilar.

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  2. Muy bueno ese velado homenaje a las abuelas. Gracias Pilar, por el relato y por descubrirnos a tantas valiente heroínas.

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  3. Avatar de antonio llop
    antonio llop

    Además del homenaje a las grandes mujeres con que nos ilustras, me gusta el que haces a tu abuela y su saber hacer con la vida.

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  4. Pilar, de alguna maner tus diarios van ganando día a día en no se sabe muy bien qué, porque desde el principio son una experiencia de intimidad y reflexión sencilla y profunda a la vez. Algún día tendrás que venir al taller para hablarnos de estas mujeres que nos vas descubriendo. Y en breve, que los malos tiempo son propicios para mandar siete pasos atrás de los ganados por las mujeres. Un beso grande, Pilar.

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  5. Avatar de Alicia Gallego
    Alicia Gallego

    El buen saber hacer de las mujeres queda patente en tu diario y en las vidas de esas mujeres que nos presentas. Gracias, Pilar

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  6. Me encantan tus diarios Pilar. Espero que esa colección de mujeres que nos estás mostrando queden reflejadas en un documento. Cuántas españolas olvidadas y no reconocidas.

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